UN HIJO NO ES UN REGALO
Un hijo no es un regalo .
Tampoco es un compañero designado para un hermano, ni el nieto que los abuelos desean con tanto fervor.
Un hijo no es una asignatura pendiente.
No viene a cumplir nuestros sueños no realizados, ni a darle sentido a nuestras vidas.
Ella o él tienen su propia vida.
Un hijo no reemplaza proyectos truncados, ni a personas perdidas.
No es el salvavidas de nadie , ni el remedio para una relación.
Un hijo no viene a completar ni llenar vacíos.
No es un tapón, ni un acompañante constante, ni un mesías.
Un hijo no es fruto de un capricho, sino del deseo profundo.
Es una persona con su propia vida desde el comienzo.
Llega con su propia impronta, su temperamento y sus ganas de ser.
Le acompañaremos en su descubrimiento, le permitiremos expresarse libremente, elegir quién quiere ser y qué le gusta hacer.
Aceptaremos desde el principio que no debe cumplir con nuestros ideales, mandatos, ni llenar nuestros vacíos.
Tampoco es nuestro reflejo.
Le tomaremos en brazos, le prestaremos nuestro cuerpo, le daremos la mano y dejaremos la distancia necesaria para que explore el mundo.
Y aunque nos duela verle distanciarse, le esperaremos en nuestro lugar para que, si regresa, encuentre nuestro abrazo sin reproches, sin culpas, colmado de libertad.
Hijo mío, hija mía: yo te libero de que me salves, de que me cuides, de que me des felicidad y de que sientas que «me debes algo».