Ningún niño
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Ningún niño

Ningún Niño
Hola amigos:

Ningún niño va a ser violento cuando sea grande porque de pequeño jugó a los piratas o a los vikingos, blandiendo espadas de plástico y abordando barcos enemigos imaginarios.

Ningún niño va a ser ladrón, porque le tocó el bando de los “malos” cuando a los siete años jugaba en el parque a los “policías y ladrones”. Por cierto, al que le tocó el bando de los buenos, no estará destinado a ser detective.

El niño no será asesino porque su abuelo le regaló en su quinto cumpleaños una pistola de juguete.
El niño no irá a matar animales en el futuro, sólo porque de pequeño estuvo jugando a cazar un león en la jungla…

Ese niño que jugó a los vikingos y a los piratas, a los vaqueros, o a ser un valiente cazador, es probable que sea ecologista, o que sea luego un entusiasta estudioso de las culturas antiguas, quizá sea matemático, médico, empresario o profesor. Eso dependerá de situaciones mucho más profundas e importantes que el hecho de jugar como niño, a asaltar un fuerte en el Viejo Oeste.

La niña que juega a las muñecas no está destinada, como pretenden convencernos ahora, a ser una ama de casa sin estudios, servil y humillada a la sombra de su marido.

La niña que pone en su mesita su mantel con su jueguito de té, y se sienta a servir galletitas a sus muñecas, no será luego esa mujer débil e ignorante que sólo sirve para la cocina.

La pequeña que abraza su muñeca de cabellos rizados, al tiempo que se chupa el dedo y ve el mundo con mirada de asombro, no será esa señora destinada a llenarse de hijos, uno tras otro, porque de niña jugó a ser mamá.
Es probable que llegue a pilotear aviones, o será exploradora o científica. Y desde luego que si lo desea, también será mamá.

Los juegos y los juguetes tradicionales no definen el futuro de nadie. Bélicos o no.

Lo que define el buen futuro de tus hijos, si acaso, es que crezcan con seguridad y con respeto. Con límites y sobre todo con amor.

El niño que montado en un avión hecho con cajas de cartón, sabe, aunque lo duden ahora, que el avión es de cartón. Los niños saben que el juego se termina cuando mamá llama a cenar, y los juguetes se quedan ahí, inertes, esperando al día siguiente que la magia de la imaginación los reviva.
El niño sabe cuándo el juego ha terminado, y mientras sea niño, sabrá cuándo volverlo a empezar.

No defiendo a los juguetes bélicos, no se confundan. Y me da igual si las niñas y los niños juegan con muñecas, con papalotes o con arcos y flechas… lo que importa es que jueguen.
Pero las guerras no ocurren porque de niño jugaste con un tanque. Ocurren por la ambición desmedida de los gobiernos y por los intereses internacionales. Ocurren, sobre todo: por negocio. Las guerras ocurren porque los poderosos ganan dinero con ellas. No porque tu niño tenga un rifle de madera y un tambor de hojalata.

Ayer una señora llegó a mi consultorio preocupada y ofendida. Publicó por ahí, en redes sociales, las fotos de sus hijos: un niño con su pistola y su sombrero de vaquero y una niña con su muñeca en un carrito. Ni los busquen, ya los quitó.
Bueno… la hicieron garras.
“Estás criando un hijo macho y asesino” “Estás haciendo de tu niña una inútil destinada a vivir amarrada en la cocina”.
Vaya etiquetas.

Le dije que yo no tendría inconveniente en jugar a los vaqueros con el pequeñito ni en jugar a las muñecas con la nena.

Mi generación no es ni mejor ni peor que ninguna de las anteriores ni que las que ahora están por iniciar la aventura de la vida laboral. Los seres humanos de hoy, no somos ni mejores ni peores que los que combatieron en la Revolución Francesa, en la Conquista de Tenochtitlán o en las Guerras Médicas.

No vengan a molestar a los niños y a sus familias con modas sin sustento. De igual modo, si el varón quiere jugar a las muñecas y a la niña le encanta jugar a los balazos, déjenlos en paz.

Dejen de culpar a una pistolita de plástico por las desgracias de la humanidad. Dejen a los niños jugar a la guerra en paz, sí así lo quieren. No será eso lo que los hará violentos. Se los aseguro.

¡Saludos!

Del muro del Dr. Alberto Estrada Retes