Víctima
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Víctima

VÍCTIMA
En el momento en que dejamos de ser la víctima, podremos dejar de andar con víctimas.

Muchas veces convertimos nuestras heridas en poder y nos volvemos adictos al privilegio que ellas nos dan.
Por ejemplo, es inevitable que en una conversación general compartamos datos sobre nuestra historia anterior.

Dejamos que la gente sepa el sufrimiento que pasamos, ya sea maltrato infantil, incesto, alcoholismo, la muerte de un hijo o alguna privación o fracaso.

Es obvio que, cuando ocurre algo negativo, necesitamos apoyo y tiempo para enfrentar las consecuencias.

Con el tiempo, sanamos y salimos adelante.

Pero si mantenemos la herida fresca y la usamos como una forma de filtrar todo lo demás en la vida, la herida sirve como excusa de por qué no podemos lograr nada.

También, la energía que obtenemos de quienes escuchan nuestros relatos nos da poder.

Por lo tanto, no podemos ni queremos dejar que esas viejas heridas desaparezcan.

Como es lógico, todos hemos vivido penurias legítimas que nos fortalecieron.

Pero mantener vivos en el presente estos hechos negativos socava nuestra energía psíquica para crear un nuevo camino.

Una vez que cambiamos nuestra percepción y nos damos cuenta de que estas circunstancias pueden haberse producido por alguna razón, podemos olvidar la idea de que realmente algo nos dañó.

Se liberará así de una percepción inhabilitante… la consecuencia de esto es una elevación a un orden superior de percepción…

El perdón es fuerte justamente porque hace desviar nuestro espíritu de percepciones de culpa, excusa, debilidad, todas cosas ligadas a la idea de justicia del ojo por ojo.

– Caroline Myss, «Por qué la gente no se cura»